
Pirámide de Ehécatl
Es una de las manifestaciones de Quetzalcóatl como deidad del viento. Se le representa por medio de una imagen humana masculina, con máscara roja de ave con pico sobresaliente, ocasionalmente con colmillos y barba escasa. Una de las misiones encomendadas a este dios, fue ser precursor de la lluvia, su imponente soplo barría los cielos, los campos y los caminos, dejándolos listos para recibir el beneficio de la lluvia y por consecuencia, la fertilidad de la tierra; cuando el dios hacía sentir su presencia, provocaba fuertes vientos que causaban temor en las casas, en los bosques y en la selva, a la vez que derribaba árboles y causaba grandes tolvaneras. La presencia de Ehécatl en el panteón de deidades mexicas se debe a que la mitología les viene de los Toltecas, donde los dioses Ometecuhtli y Omecíhuatl (Señor y la Señora de la creación) procrearon cuatro hijos: Tezcatlipoca rojo (representa el punto cardinal occidente y el elemento del Fuego), Tezcatlipoca negro (representa a Mictlantecuhtli, dios del Inframundo, punto cardinal Norte y el elemento de la Tierra), Quetzalcóatl (Señor de la iluminación y de la sabiduría, color blanco, punto cardinal Oeste, elemento Aire) y Tláloc (dios del agua y la agricultura, color Azul, punto cardinal Sur, elemento Agua) -los mexicas lo unieron e hicieron una dualidad con Huitzilopochtli (dios de la guerra)-, además de otros dioses.
A Ehécatl, como advocación de Quetzalcóatl, se le hacía una fiesta presidida por sacerdotes y devotos a quienes se les llamaba quequetzalcoa, que se distinguían por llevar consigo adornos de la deidad. Los mayas y otras regiones de Mesoamérica (aún entre algunos grupos étnicos actuales) llamándolo Kukulkán. Los vientos del rumbo del universo son vientos auxiliares que se producen en los cuatro rumbos del universo. Los del este, Tlalocayotl, vientos que provienen del Tlalocan, eran propicios para la navegación por su suavidad y tibieza, no eran dañinos, al contrario, eran benéficos para los humanos y la agricultura; los del norte son vientos de la región de los muertos, impetuosos hasta el grado de hundir las canoas; los del oeste son vientos del lugar de las mujeres diosas, eran fríos y moderados, aunque también podían destruir vidas con su frialdad penetrando las casas; los del sur son vientos del lugar de las espinas, de tremenda furia que son capaces de levantar a los hombres hasta casi tocar el cielo, producen intenso oleaje, elevan y hunden las embarcaciones, derriban árboles y destruyen casas.
El templo dedicado a Ehécatl, diversas fuentes del siglo XVI los referencian como dedicados al dios del viento y de sus atributos, cronistas como Fray Diego Durán y Fray Juan de Torquemada lo describen como un basamento alto que servía de base a un edificio redondo; la entrada al templo era en forma de las fauces de una serpiente. En diversas partes de Mesoamérica, se han localizado templos dedicados al dios del viento, en su mayoría son de planta mixta compuestos por un basamento rectangular y un adosamiento circular en su parte posterior. Para el caso de los mexicas se han hallado cinco templos y un altar: uno en Malinalco con su acceso en forma de boca de serpiente, dos en Tlatelolco, dos en Tenochtitlan y un adoratorio en el Metro Pino Suárez. Cabe señalar que tanto los templos de Tlatelolco como los de Tenochtitlan están ocupando lugares similares dentro del recinto ceremonial de cada una de estas ciudades; en su mayoría, los edificios están orientados con su fachada principal viendo hacia el oriente. La orientación de los templos dedicados a Ehécatl y su simbolismo, por lo general aparecen hacia el este, por donde sale el sol, esto seguramente se debe a que en el relato del mito del nacimiento del Quinto Sol en Teotihuacán, los dioses se preguntaron por dónde saldría el astro después del sacrificio de Nanahuatzin, quien se convierte en sol. Entre las deidades que atinan a que esto va a ocurrir por el rumbo oriental del universo están Xipe y Ehécatl. Dijeron: ‘En verdad de allá, de allá vendrá a salir el Sol’. Fue verdadera la palabra de éstos que hacia allá miraron, que hacia allá señalaron con el dedo. Como se dice, aquellos que hacia allá estuvieron viendo fueron Quetzalcóatl, el segundo nombrado Ehécatl y Tótec o sea el señor de Anáhuatl y Tezcatlipoca rojo” (Códice Matritense del Real Palacio, 1971). Es posible que la forma circular del templo y su acceso en forma de boca de ofidio, representen a la serpiente enroscada con su cabeza en la parte alta del basamento, ya que Quetzalcóatl es la Serpiente Emplumada.
El adoratorio a Ehécatl en el hoy Metro Pino Suárez, formó parte de un extenso centro ceremonial mexica, el área se exploró entre 1967 y 1970, originalmente constaba de un patio de grandes proporciones, escalinatas en tres de sus lados, varios adoratorios colocados al centro, cuartos habitacionales conectados entre sí por pasos exteriores, canales y muros, que constituían un corredor de acceso de la calzada de Iztapalapa hasta Tenochtitlan. El monumento tiene dimensiones de 10.70 metros por 7.60 metros por lado y 3.70 metros de altura. Data del año 1400 a 1521 d.C. y en su núcleo, se detectaron algunas ofrendas entre las que sobresale una escultura conocida como “La monita”. Se trata de la representación de un mono (ozomatli) policromado en rojo y negro, porta máscara bucal del dios del viento Ehécatl, además de dos serpientes: una enroscada en su base y otra que se convierte en la cola del primate. El adoratorio cuenta con cuatro etapas constructivas, es de base circular y en su parte superior, debió ir colocada la imagen de la deidad.
[Referencia: Arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, Director del Programa de Arqueología Urbana. http://www.metro.cdmx.gob.mx/patrimonio/piramide-de-ehecatlzona-arqueologica]
Cabe decir que Quetzalcóatl se le representa también, como la serpiente emplumada en todo Mesoamérica, representa la sabiduría, lleva la cruz de los 4 rumbos del universo y sus sacerdotes decían que era célibe, piel blanca, con abundante bello facial y no le gustaba que se hicieran sacrificios humanos, además de no tomar ninguna bebida embriagante y vestía todo de negro. Dado que era célibe, no tenía esposa, sólo una hija adoptiva. Los otros dioses le tenían muchos celos por ser célibe y no querer los sacrificios humanos y no emborracharse, además de ser muy sabio; así que un día lo engañaron dándole a beber pulque hasta emborracharlo y le hicieron tener relaciones sexuales con su hija adoptiva. Al recobrar los sentidos y darse cuenta de lo que había hecho se fue por el oriente, diciendo que iba a regresar por ese mismo lado y que recobraría el reino, por lo que los emperadores temían su regreso. Cuando llegó Hernán Cortés y sus soldados, era viernes santo, por lo que vestían de negro y llevaban la cruz como su símbolo principal, así que lo que lo confundieron con el regreso de Quetzalcóatl y le temieron, dándole generosos regalos; además de venir montados en bestias enormes que no conocían, llegar por el Este en unas casas flotantes y tener el poder de lanzar fuego con sus armas. Pudiera ser que este Dios era un monje que los preparó para recibir una nueva religión, un nuevo y único Dios que acabaría con todos los dioses.
Carlos Cas
Deja una respuesta