El idiota y la intimidad

Actualmente el tema de la intimidad se entiende como un secreto, como algo que la persona decide qué muestra al público y qué no. Las redes sociales nos han permitido conectarnos con personas alrededor del mundo, tenemos «amigos» y conocidos en cualquier país, a los cuales decidimos mostrar nuestra vida personal y comentar nuestras opiniones. Sin embargo, lo que antes era una cuestión sencilla, al estar en casa y cerrar la puerta, ahora es más difícil ya que nosotros decidimos mostrarle al mundo lo que pasa dentro de nuestros hogares.

Sea por la fama o por la aceptación de ciertas personas, las redes sociales han sido un vehículo para mostrar quiénes somos a una plétora de desconocidos, quienes pueden comentar y opinar acerca de nuestro estilo de vida, pero ¿de quién es la culpa?

Cada vez que subimos algo a las redes sociales el botón que nos permite hacerlo se llama «publicar», lo cual significa que algo privado o personal lo volvemos público, le damos información a todos. ¿Por qué nos molesta que nos critiquen, si nosotros mostramos información personal? ¿quiénes son ellos para juzgarnos? Cuando les damos ese acceso, entonces pueden hacerlo. Hanna Arendt tiene una respuesta a esto:

“Durante toda su existencia el hombre actúa constantemente en diferentes órdenes de su existencia: se mueve dentro de lo que es lo suyo propio, y también se mueve en una esfera que es común a él y a sus semejantes.” (Hannah Arendt  “Los derechos públicos y los intereses privados”)

La distinción entre lo publico y lo privado depende del lugar o la esfera en el que se mueve una persona. Es la persona misma quien decide establecer los límites entre lo público y lo privado. Desde la antigüedad, ya se hablaba de lo que es privado o personal y lo que es público y de su importancia, quien no supiera distinguir esto, caería en un autoengaño o idiotez.

“Los griegos distinguían el ilion y el koinon, entre lo que es de propiedad personal y lo que se tiene en común. Es interesante que el primer término ha sido en todos los lenguajes, incluyendo el griego, la raíz de la palabra idiotez. El idiota es aquel que vive solamente en su propio hogar y que únicamente se preocupa por su vida y necesidades. El Estado verdaderamente libre entonces -aquel que respeta no solamente ciertas libertades sino que es genuinamente libre – es un Estado en el cual nadie es un idiota en ese sentido: es un Estado en el que cada uno toma parte, de un modo o de otro, en lo que es común.” (Hannah Arendt  “Los derechos públicos y los intereses privados”)

Quien no es capaz de cuidarse a sí mismo y la información que tiene, podríamos decir que es una persona que no es capaz de manejar su propia vida, que busca que los demás definan quién es y qué hacer con su vida, por eso la muestra.

“Al tiempo que el dominio público se ha encogido en la época moderna, el dominio privado se ha extendido considerablemente y la palabra que indica esta extensión, es la intimidad. Actualmente esta intimidad está nuevamente amenazada, pero las amenazas se originan en la sociedad más bien que en el gobierno.” (Hannah Arendt  “Los derechos públicos y los intereses privados”)

Lo pero que podemos hacer como individuos, es ceder nuestra privacidad: vida personal, opiniones e ideas al mundo, publicar esta información atenta en contra de nosotros mismos. “En suma: en tanto que los gobiernos amenazan nuestros derechos públicos, nuestro derecho a la felicidad púbica, la sociedad amenaza nuestros intereses y derechos privados.” 

La condición privada de la intimidad es la propiedad, la propiedad personal que tenemos para hacer nuestra vida como nosotros decidimos y no cómo los demás busquen decidir por nosotros mismos: libertad de expresión, religiosa y política.

“Lo que se necesita para la libertad no es riqueza; lo necesario es seguridad y un lugar a salvo de las pretensiones del sector público. Lo que necesita el dominio público es estar a salvo de los intereses privados que s han entrometido en él de la manera mas brutal y agresiva.” (Hannah Arendt  “Los derechos públicos y los intereses privados”)

Existe una virtud que nos enseña a distinguir estos dos ámbitos y a cuidar la vida privada: El pudor es esa natural tendencia a reservar la propia intimidad, protegiéndola de las intromisiones ajenas. Aristóteles la define como

“El pudor es un justo medio entre la desvergüenza y la timidez. El que no considera la opinión de nadie es desvergonzado, pero aquel que hace caso, por igual, de todos es tímido, y aquel considera la opinión de la gente manifiestamente buena es reservado.”[1]


[1] EN. 1233b

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