La acogida de los refugiados ucranianos

La guerra siembra mucha inquietud, preocupación y miedo en los corazones humanos. Nunca he vivido una situación parecida a la que se está pasando ahora a apenas unos cientos kilómetros de mi casa. La guerra, hasta hace poco, fue nada más que un cuento transmitido desde tiempos remotos.
Cuando empezó, no lo podía creer porque parecía una ficción literaria o bien cinematográfica. Me acuerdo de que el 24 de febrero de 2022 me desperté y leí las noticias como siempre por la mañana. Rusia bombardeó los territorios de Ucrania. Dado que nuestra historia muestra una imagen de Polonia bajo la ocupación rusa hace unos 80 años, lo primero que hice fue la pregunta ¿si la historia de nuestro país se repetirá? A pesar de todo, tuve que asistir a las clases universitarias como si fuese un día normal. Fue inverosímil que mientras en mi país vecino empezó una guerra, yo estaba sentada, como si nada, en una silla de la clase, estudiando. Mis compañeros pensaban lo mismo.
No obstante, la mayoría de los polacos decidió intervenir y hacer todo lo posible para ayudar a nuestros vecinos. Desde los principios de la guerra se nota que todos los ciudadanos de Polonia son llenos de compasión y solidaridad: durante las primeras semanas, por todas las calles, se podía observar gente llevando cajas de cartón llenas de productos alimenticios, agua, artículos de primera necesidad, pero también productos como ropa, toallas, ropa de cama, etc. Todo para los refugiados y los que quedan en Ucrania para luchar por su vida y dignidad. Hoy en día los supermercados siguen recogiendo todos estos productos en unos cestos puestos en las entradas.
Soy consciente de que para los fugitivos la huida de Ucrania significa muchas dificultades que tienen que combatir diariamente. Principalmente tienen que abandonar sus casas y todos sus bienes, y cruzar la frontera ucraniana para escapar de los terrenos bombardeos por los rusos. Según los reporteros los fugitivos tienen que esperar en excesivamente largas colas que se forman en la frontera polaca. Y lo que se puede marcar es una abierta actitud que caracteriza a los polacos. Muchos de nosotros esperan en la frontera para acoger, con brazos abiertos, a los necesitados y ofrecerles un refugio en nuestras propias casas. Considero que es un acto muy abierto y empático. Yo nunca me decidiría hacer algo similar, porque despierta dudas en mi dejar entrar en mi casa a un extraño, pero al mismo tiempo tengo mucho respeto a los que no tienen dudas y simplemente comparten sus vidas privadas con los refugiados, seguramente tienen mucha fe en el ser humano. Aunque, la gente temerosa como yo, o la gente que simplemente no tiene condiciones para ofrecer su hogar trabaja como voluntarios, ayudando a los refugiados en las escuelas cambiadas por centros de ayuda, donde los fugitivos pueden almorzar, obtener ropa y una cama para descansar. Casa y corazón abiertos – son las palabras que aparecen en uno de los artículos de la BBC.
También vale la pena mencionar que debido a la ley ucraniana los hombres adultos permanecen en su país para luchar. En resultado podemos indicar a una otra tragedia lo que es la separación de las familias. Es una cuestión gravemente delicada y triste porque nadie quiere dejar a sus parientes. Desde cuando empezamos a acoger a los refugiados, diariamente veo mujeres de origen ucraniano con sus hijos. Me entristece y me da rabia a la misma vez que Putin no para en su expansión territorial, por lo que sufren todos, incluso los más inocentes. Suerte en la desgracia es que nuestro gobierno considera el problema de la guerra muy serio y decidió ayudar a los pobres ofreciéndoles un privilegio no sólo del cuidado médico gratuito, sino también de sacar provecho de la educación pública en Polonia.
Hoy sigo sintiendo todos los sentimientos mencionados al principio. Observando que las
fuerzas rusas se retiran, mis emociones ya no son tan intensas, no obstante, desde aquel momento mi mente está muy atenta; cualquier chasquido, estallido o ruido del avión más audible me hace sentir miedo de que nuestro país también entrará en la guerra.

Magdalena Matlak

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