
Obediencia a la ley
¿Está la ley para que la obedezcan? Para algunos la pregunta parece obvia, indiscutible, para otros puede parecer abstracta, y para otros aún la respuesta parece complicada y a menudo puede depender de la situación de que se trate. Generalmente los polacos se les considera trabajadores, orgullosos de sus raíces y hospitalarios. Además, aunque no sea lo primero que venga a la mente cuando se piensa en nuestra sociedad, somos también muy desobedientes y por tanto, formamos parte del último grupo mencionado.
Nosotros, los polacos, como otras sociedades, tenemos una historia que ha moldeado a nosotros y a nuestra percepción del mundo. Estamos orgullosos de nuestra nacionalidad y esto se deriva de nuestro pasado. Polonia estuvo controlada por los ocupantes por 123 años, nuestros antepasados lucharon valientemente para volver a situarla en el mapa, lo que consiguieron. A los niños se les enseña esto desde pequeños. Se les enseña cómo resistimos a los particionistas, cómo la gente se rebeló y luchó bravamente contra los ocupantes. Y todo eso hicieron no estando de acuerdo con las leyes que ellos impusieron. Por lo tanto, es comprensible que en nuestra cultura la ley no se vea como una orden, sino como una opresión.
Los polacos también tienen una gran necesidad de libertad y somos muy sensibles cuando sentimos que alguien quiere quitarnos aunque sea un poco. Hoy en día, prácticamente todos los proyectos de ley cuentan con la oposición de una gran parte de nuestra sociedad. La culpa es tanto de las autoridades como de nosotros, los ciudadanos. Porque nosotros no confiamos en el Gobierno y las autoridades no prestan mucha atención a la opinión de la sociedad a la hora de aprobar estos proyectos. La consecuencia es que nuestra confianza en autoridades, que desempeñan un papel tan importante en nuestras vidas e influyen en muchos aspectos de la misma, disminuya cada día.
Otra de nuestras caracteristicas es ingenio. Tenemos la costumbre de buscar lagunas jurídicas y, cuando los encontramos, los utilizamos en nuestro beneficio. De este modo, cumplimos la ley, pero no exactamente. Un ejemplo de este fenómeno es el campesino polaco Michał Drzymała, que vivió a finales del siglo XIX en la región bajo dominio prusiano.
Después de que le denegaran el permiso para construir una casa en sus propias tierras, compró un vagón de circo y lo convirtió en su hogar. En aquella época, la ley prusiana consideraba que cualquier vivienda era una casa si permanecía inmóvil más de 24 horas. Drzymała para aprovecharse de la ley y evitar las consecuencias negativas trasladaba el vagón cada día e impedía así que los prusianos pudieran penalizarle. Aunque perdió un largo juicio, se
convirtió en un héroe polaco y aún hoy se le considera como tal. ¿Por qué? Porque tuvo el valor de enfrentarse a las autoridades.
Muchos héroes polacos, al igual que los del resto del mundo, obtuvieron su estatus por rebelarse contra normas y reglas. Porque actuaron por un bien superior. ¿Por qué, entonces, se supone que el hombre debe obedecer las leyes que le han sido impuestas, que a menudo perjudican sus opiniones o creencias? Es difícil responder a esta pregunta y más aún determinar en qué situaciones se debe obedecer absolutamente la ley y en cuáles es mejor hacer lo contrario.
P.
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