Amigos en paquete

Superas la niñez, y accedes al entendimiento de que a “tus amigas”, no las define un club de jóvenes más o menos parecidas, con bandera e identidad común.

Si bien, a lo largo de la educación básica confiaste en que tu sobrevivencia en el colegio dependía en un 150% del grupo de niñas poco simpáticas y altamente mortificadas por la situación de su grupo entre el resto de aglomeraciones de adolescentes; hoy debes ser consciente de que tu personalidad ha trascendido aquellos ratos de vehemencia en que tu obrar, respondería al peligro que amenazara tus pertenencias, imagen o comida.

En este sentido, has comprendido que las personas a quienes entregaste tu confianza en conjunto, no son las únicas que participarán de tus contactos frecuentes, ni necesariamente las que ahora incluirías en tu lista de amigos.

No obstante que compartieron una gran historia, en su travesía las unió la necesidad, junto a la afinidad. El juego, el estudio y la fiesta, te exigieron crear lazos que aterrizaron en un grupo: tu bolita, diríamos las tapatías.

El problema comienza, cuando te gradúas de preparatoria. Aquella rutina de la que tus “amistades” formaban parte ha huido para jamás volver. Surge entonces el “gran conflicto” de las jóvenes, que se introducen en lo que me gustaría llamar: el mundo simbiótico.

Un ambiente donde hay verdadera variedad, clasificaciones evidentes, pero común interés. Todo presagia una catástrofe si alguna de tus ex-compañeras no ha entrado contigo a aquella ciudad peculiar en donde cada individuo cubre su vergüenza infundada, con la mejor máscara de autoestima que encuentra entre sus experiencias infantiles; y que el mundo llama: universidad.

Precisamente, es éste el momento en que la madurez que tanto ocultaste a tus padres, brota de ti aunque pretendas disimularla, y la necesidad de encontrar nuevas relaciones, no puede esperar a que otras ocho, doce o quince jóvenes quieran, busquen y coincidan en la formación de un grupo claramente definido y delimitado por intereses parecidos.

Por el contrario, te toca sólo a ti encontrar amistades, y convencerte de que una buena amiga, no será necesariamente simpática frente a otra de ellas. Ahora sabes mejor que nadie, que la afinidad no surge entre muchos, sino entre dos. A partir de ahora, tendrás muchas relaciones de dos, en cada una te sentirás distinta, y a cada una le asignarás un valor particular.

No te abrumarás si no formas parte de un conjunto de diez, con nombre y atributos propios de la agrupación. Pues la posibilidad de “crear lazos”, como diría el Principito; se extiende mucho más allá. No para coleccionar miles de zorros, sino, para escoger a los pocos auténticos de entre aquellas multitudes.

Y si en poco o mucho tiempo, algunas de tus amistades llegan a coincidir en lugares, momentos o situaciones; será quizá agradable para cada uno de los miembros.

Sin embargo, no hay leyes que exijan amigos en paquete, o manden la mortalidad de los paquetes. Finalmente, la afinidad, lealtad, cariño o empatía no siguen más pauta que la autenticidad y el camino de la salvación del alma, fin último y único del hombre; al que se tiñe, acompañado.

Sara Elena Vizcaíno Sedano

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