
AMOR PROPIO, NO VANIDAD
A muchos de nosotros a través de las dinámicas familiares, educativas y/o culturales nos hicieron creer que el admirar, valorar y reconocer eran acciones que necesitaban estar dirigidas hacia todo lo externo. Llevándonos de la mano hacia un olvido que tal vez de niños no tendría mayores consecuencias, pero que al momento de hacernos cargo de nuestras relaciones interpersonales, se evidenciaría la carencia de amor propio, buscando justamente, la admiración, la valoración y el reconocimiento afuera. Me pregunto ¿Afuera, donde? No lo sé con certeza, sin embargo vamos otorgando la obligación tácita a otros, esos que muchas veces ni siquiera se enteran de la o las expectativas que hemos puesto sobre sus hombros, esperando de ellos, todo aquello que nosotros por estar inhabilitados no logramos darnos. Cuando digo que alguien está inhabilitado, hago referencia a la falta de conocimiento y no de capacidad, considerando contadas excepciones, se trata entonces de un asunto de saber, de aprender haciendo, que de ser. Cuando niños, nos convertimos en habilidosos al caminar, al comer por cuenta propia o llegar solos al sanitario.
Imagínense por un momento un niño diciéndose “No soy capaz de caminar”, suena hasta tonto, no les parece? Ese niño será tan perseverante que no solo lograra caminar, si no correr y desplazarse con total libertad y autonomía, solo porque desconoce el juicio y la autocrítica, el actúa desde su confianza plena, y al final esto es amor propio.
¿Qué pasó o pasa entonces, con nuestro amor propio?
Creo que por mucho tiempo no lo hemos considerado vital para nuestro desarrollo y adaptación al entorno, resultando en relaciones basadas en carencias internas fomentadas muchas veces por ausencias externas. Incluyo aquí aquella relación consigo mismos, donde para evaluar (medio para llegar al reconocimiento utilizado por excelencia dentro de nuestra cultura) la manera en que decidimos vivir, nos investidos de nuestro más fiel verdugo. Un verdugo, sin capucha, que si vemos al espejo identificaremos de inmediato.
Nos pasamos la vida acumulando reconocimientos externos: diplomas, aumentos salariales, ascensos, aplausos, y para esta era 2.0 “Likes” y “seguidores”, que reconozco como importantes mas no vitales, dándole supremacía al interés hacer y tener sobre el ser. Muchos de nosotros, llegamos a casa u oficina donde lo primero que se puede ver es el diploma colgado o la foto con el traje de graduación, los trofeos por aquella competencia donde resulte ganadora, sin embargo no tenemos la habilidad de vernos al espejo para decirnos “vas bien, hoy avanzaste, hiciste lo mejor que pudiste, mañana continuas”, “eres capaz, solo necesitas practicar”, que más que sonar como frases motivadoras de post de Instagram o Facebook con autores desconocidos, son palabras que alimentan tu aceptación, tu valoración, tu admiración, tu reconocimiento, en fin, tu amor propio.
Al vernos en ese espejo, podremos hacernos cargo de nuestro sentir, aprendiendo a que somos los responsables de cada sentimiento, donde si bien es cierto que muchas personas hacen lo que hacen, solo yo decido como sentirme, y es allí donde yo puedo asegurar que comienza el camino de transformación, donde ya no buscare allá afuera lo que solo yo soy capaz de darme: AMOR.
Coach Ontológico Eliane Coronado Prada
Venezuela
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