Cómo ser una concha en el fondo del mar

En la vida nos encontramos juzgando a los demás, como si tuviéramos la encomienda o el encargo de decirle a los demás lo que pensamos que hagan para que sean como nosotros. Señalamos a otros en lo que vemos que carecen sin fijarnos en lo que también carecemos. 

Es bastante ridículo creer que tenemos el derecho u obligación para decirle a otros cómo tienen que vivir, mucho menos de decir lo que no somos capaces de vivir por nuestro propio pie. 

Tenemos la capacidad de ser como peces en el mar, pensemos en nuestro animal marítimo favorito, que socializa, que disfruta del sol y de la profundidad del mar, con los vientos y las corrientes que nos enriquecen y nos prueban cada vez para ser mejores. Así nos encontramos todos en alta mar, tratando de sobrevivir lo mejor que podemos con nuestras capacidades limitadas para seguir adelante. 

En toda reunión social, sea familiar o con amigos, comentamos cosas de otros, cómo nos ha ido y en ocasiones terminamos juzgando a los demás de cosas que no nos consta o no sabemos del todo: a esto se le llama chisme. Pensamos que esto no trasciende porque se queda en el comentario, cuando en realidad mucho de lo que se dice llega a herir a otros que también pueden padecer eso, nos molesta que se metan en nuestra vida, pero no nos molesta hacerlo con los demás. 

Las conchas del mar llegan a ser muy bonitas pero corren el riesgo de estar vacías por dentro, de no generar vida o llenarse de tierra y terminar en el fondo del mar. Para lograrlo, necesitamos:

Juzgar algo que no hago

Que me vean hacer algo de lo que no estoy convencido

Tomarme el derecho a juzgar a los demás

Justificar lo que no hago o hago mal

No amarme y por ende, no amar a los otros

Estar en la zona de confort y atacar a quien se sale

Vivir para uno mismo sin pensar en los demás

Disminuir los logros ajenos porque no lo hice primero

Ver lo negativo

Vivir sobre la vida de los demás

Ser hipócrita no deja solos, sin personas que busquen nuestro bien y el de ellos, nos volvemos insoportables al creer que somos mejores. Desconfiamos de los demás y nos cuidamos las espaldas, sin saber que fuimos los primeros en traicionar la confianza y atacamos por la espalda. 

Si hacemos todo esto, terminaremos como una concha muy en el fondo del mar, llenas de tierra por terminar cargando con el peso del egoísmo, en la oscuridad de nuestros pensamientos y en el abandono de la hipocresía, viviendo algo que no es real. 

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