
CONCIENCIA DE UNO MISMO (Parte 1)
Muchas veces pasamos por el mundo como si fuera una simple escenografía, todo
lo que no nos interese o afecte directamente, nos pasa desapercibido. Suele
suceder que hablamos o actuamos sin darnos cuenta del contenido de esas
palabras, del trasfondo de nuestros actos, lo que representan para uno y los
demás, sus consecuencias. En esos momentos somos inconscientes, incapaces
de reconocer la realidad personal y del entorno.
De acuerdo con la opinión de algunos sociólogos, podemos decir que estamos
viviendo un período de decadencia de la cultura occidental, comparan a Estados
Unidos de América con el imperio Romano poco antes de su caída en poder de los
bárbaros. Vemos el relajamiento de la vivencia de los valores morales en todos los
ámbitos de la vida humana, en medio de un relativismo donde cada quien hace su
«verdad», motivo por el cual vivimos un ambiente de podredumbre.
Algunas personas luchan de manera tenaz para solucionar este problema
partiendo de la raíz, que es el comportamiento del individuo dentro del
conglomerado social, buscando el cambio de las actitudes, lo que se logra a través
de la «concientización» o «concienciación» (términos sinónimos), para que la gente
vea dentro de su realidad la importancia de modificar sus enfoques y sistemas de
vida por otros que ayuden a mejorar el entorno psicosocial.
«Concientizar», define el Diccionario de la Real Academia, es la acción de “hacer
que alguien sea consciente de algo”, es decir, que tenga conocimiento o se dé
cuenta de ello, especialmente de los actos propios y sus consecuencias.
Por lo regular creemos que la “concientización” la podemos lograr a través de
estarle recalcando a una persona el bien o mal de algo, para que modifique su
conducta en el sentido deseado. Este es un método que siguen mucho los
idealistas, los activistas de causas sociales. Sus discursos están llenos de
palabras apasionadas; utilizan las redes sociales para hacer la propaganda, la
difusión de sus ideas de manera constante.
En algunos funciona, en otros no. Puede ser que quienes no se “concientizan” es
porque se sienten agredidos de que les estén diciendo siempre lo que deben
hacer o pensar, invadiéndoles así su esfera íntima; es tanta la insistencia que
consideran les están coartando su libertad de pensamiento y de decisión.
Así pueden llegar a producirles uno de dos efectos: Cuando la persona que insiste
ejerce una especie de autoridad moral sobre la persona, esta la puede percibir
como una orden, razón por la cual activa su mecanismo de defensa en el abierto
rechazo a la acción que se le está pidiendo realice. El otro tipo de reacción es
ignorar lo que se le pide; en pocas palabras, escucha lo que se le dice, pero mientras las palabras entran por sus oídos, el cerebro está ocupado con otras
cosas, por lo que de manera amable termina diciéndole que sí lo hará, para
quitárselo de encima, pues realmente no tiene la intención de hacerlo
Esto se debe a la sencilla razón de que la “concientización” es un acto
personalísimo, íntimo, como bien precisa Marco Antonio González Linares, “solo
hasta que se concientizan las cosas que vemos sin observar, es que creamos el
pensamiento dentro del entendimiento, para sensibilizarnos ante lo que vemos,
coludiéndonos en el hacer por el prójimo.”
Continuará la próxima semana…
Phillip H. Brubeck G.
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