La muerte como solución estóica
La muerte se presenta a nosotros como algo inevitable que va a llegar como lo único seguro que tenemos. por lo que la única certeza es morir, en vez de huir de ello y taparnos los oídos y rechazar este proceso natural (el cese de los signos vitales), ¿por qué no tomarlo como una ventaja?
«Todo es efímero: el recuerdo y el objeto recordado.»
En la antigua Grecia y Roma surgen diferentes escuelas de pensamiento para lograr la eudaimonía o felicidad en los ciudadanos, por medio de diferentes técnicas: perseguir los placeres y huir del dolor (Epicúreos), rechazar toda verdad como absoluta y solo dudar acerca de lo que nos acontece (Escepticos), hacerle caso a la naturaleza biológica sin codiciar nada más que lo que el cuerpo pida (Cínicos) o aceptar que la vida tiene dolor y sufrimiento y su causa son los placeres, por lo que hay que huír de los placeres y aceptar el dolos (Estóicos).
Los Estóicos aceptaban lo que los dioses disponían y muchos de sus grandes discípulos se volvieron famosos, como: Epicteto, Cicerón, Séneca y el emperador Marco Aurelio, quien con su obra «Meditaciones» expuso una guía técnica de cómo sobrellevar la vida para ser feliz.
«Las palabras, antaño familiares, son ahora locuciones caducas… Todo se
extingue y poco después se convierte en legendario. Y bien pronto ha caído en un olvido total. Y me refiero a los que, en cierto modo, alcanzaron sorprendente relieve; porque los demás, desde que expiraron, son desconocidos, no mentados.»
El Estoicismo contaba con una vida práctica en la que ante los que sucede en el mundo es inevitable, pero si tenemos la actitud correcta podremos aceptarlas y cambiar nuestra actitud frente a lo inevitable, entre lo inevitable está el tema de la muerte, la cual surge como un bálsamo ante las tribulaciones del día a día.
«En suma, recuerda que dentro de brevísimo tiempo, tú y ése habréis muerto, y poco después, ni siquiera vuestro nombre perdurará.»
Si nos enfrentamos a la muerte y basamos nuestra vida bajo esta visión podemos darnos cuenta que las cosas que valoramos carecen de valor: fama, dinero, enojos, personas, empresas, etc. Todo se pierde frente a la muerte y con ello descubrimos lo que más importa: que estamos aquí y ahora.
«El tiempo es un río y una corriente impetuosa de acontecimientos. Apenas se deja ver cada cosa, es arrastrada; se presenta otra, y ésta también va a ser arrastrada.»
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