La muerte en Sócrates

Todo ser vivo comparte estas condiciones: nace, crece, se reproduce y muere. Esta es la forma natural de todo viviente, sin embargo aunque la muerte sea el fin o el cese de los signos vitales, solo el hombre tiene la capacidad de reflexionar acerca de su vida considerando este final. Es decir, la muerte nos hace filósofos, porque cuando atisbamos el final o el término de nuestra vida es cuándo nos ponemos a pensar en el valor de nuestra vida y su significado.

Sócrates afirma que el filósofo es para la muerte, debe aprender a morir a sí mismo para dejar paso a la verdad. No solo es un hecho físico en el que se separa el alma del cuerpo, sino de uno mismo por algo superior.

«Porque corren el riesgo cuantos rectamente se dedican a la filosofía de que les pase inadvertido a los demás que ellos no se cuidan de ninguna otra cosa, sino de morir y de estar muertos. Así que, si eso es verdad, sin duda resultaría absurdo empeñarse durante toda la vida en nada más que eso, y, llegando el momento, que se irritaran de lo que desde mucho antes pretendían y se ocupaban.»

Ante la muerte todos sabemos que así como llegamos con manos vacías, así nos iremos. Si nos ponemos a pensar en la historia, pocas personas han quedado como ricas. Principalmente lo que valoramos después de la muerte de alguien son sus acciones y el legado, no cuánto dinero llegó a acumular. Ante la muerte descubrimos que lo que vale no son las cosas materiales, sino las inmateriales. Nuestra muerte se identifica más con el filósofo.

«Un vivir digno, sino que se empeña en algo próximo al estar muerto el que nada se cuida de los placeres que están unidos al cuerpo.»

El conocimiento y acceso de la verdad, la vida científica, es una acción meramente inmaterial, ya que no depende del cuerpo (los sentidos) para reconocer lo verdadero de lo falso, sino solo con las facultades espirituales. 

«De todo eso no hay nada que yo, en lo posible, haya descuidado en mi vida, sino que por cualquier medio me esforcé en llegar a ser uno de ellos. Si me esforcé rectamente y he conseguido algo, al llegar allí lo sabremos claramente, si dios quiere, dentro de un poco según me parece.»

La ciencia surge a partir de los contrarios, del darnos cuenta que todo tiene un contrario. Esto se comprueba a partir de contrarios: día-noche, frío-calor, dormido-despierto, vida-muerte, verdad-falsedad:

«unas cosas se originan de las otras siempre, como avanzando en un movimiento circular, sino que el proceso generativo fuera uno rectilíneo, sólo de lo uno a lo opuesto enfrente, y no se volviera de nuevo hacia lo otro ni se produjera la vuelta.»

Solo el hombre es capaz de hacer una unidad frente a los contrastes. Sin embargo es inevitable que ante la muerte el tiempo corre más rápido: «El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan; pero para quienes aman, el tiempo es eternidad.» (William Shakespeare.)

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