Niños salvajes: el horror del mundo moderno

Ya en la antigüedad, la gente estaba convencida de que, para desarrollarse y funcionar correctamente, una persona necesita contactos con otras personas. Hoy, es cierto que una persona no podría vivir si no pudiera satisfacer las
necesidades básicas. Entonces,¿qué pasa si existe una persona que no tiene contacto con los demás? Si bien es imposible apartar a un niño de la sociedad para comprobarlo, por razones morales y éticas, existen niños que por distintas circunstancias se han criado aislados de la sociedad. Estos chiquillos son llamados “niños salvajes”
Los niños salvajes son los niños que han sido apartados de la sociedad durante su periodo de desarrollo. Los científicos dicen que son las personas que no pueden adquirir los valores básicos de vida humana. Por lo que no es de extrañar que estos niños no puedan funcionar correctamente. El ser humano es una especie social, que necesita interacciones humanas para vivir. Antes, las historias de niños salvajes solían limitarse a mitos y leyendas. En esos relatos, los niños salvajes cazaban para alimentarse, corrían a cuatro patas en vez de a dos y desconocían el lenguaje. Filósofos como Platón y Aristóteles se interesaron por el concepto de estos niños y empezaron a preguntarse si pertenecían a una especie distinta de la humana.
El más conocido niño salvaje que no podía desarrollarse de la propia forma es Genie. Fue encerrada en el desván de su casa durante 12 años en condiciones infrahumanas. Su padre la castigaba si emitía algún ruido emitiendo gruñidos. Permanecía la mayor parte del tiempo enganchada desnuda con una correa a una sillita de bebé o la introducían en un saco de dormir dentro de una cuna y la tapaban con una tela metálica. Durante las primeras semanas comprendía e imitaba palabras aisladas, como mother, red o bunny. Sin embargo, era incapaz de entender una oración simple, respondiendo sólo a gestos y a la entonación de las palabras por la falta de contacto humano
Hay muchas otras historias de niños salvajes en la literatura, entre otras la de un niño que vivía en Siria, que comía hierba y podía saltar como un antílope, así como la de una niña que vivió en los bosques de Indonesia durante seis años después de haberse caído a un río. Caminaba como un simio y tenía los dientes afilados como una cuchilla.
Las perspectivas de futuro para los “niños salvajes” no suelen ser buenas. Tras haberse vistos privados de estímulos y experiencias comunes a la especie humana, van a pasar por periodos críticos para desarrollar determinadas habilidades. Estas carencias o falta de habilidades viene precedida por la falta de estímulos y de refuerzo para que el desarrollo de estas se produjese. Como decíamos, la privación, en una etapa crítica, puede impedir el desarrollo pleno de habilidades como el lenguaje o la memoria espacial. Todo esto, junto con la dificultad que conlleva para los terapeutas su tratamiento, complican la educación y la reinserción.
Una de las peores consecuencias para estos “niños salvajes” es que su esperanza de vida es muy corta. Puede que estos niños no estuvieran preparados para la sociedad al igual que la sociedad puede que no estuviera preparada para ellos. En este sentido, el debate sobre la bondad y la maldad del ser humano y sobre el carácter controlador o pervertidor de la sociedad queda abierto.
En resumen, no es fácil imaginar que en algún sitio de nuestra tierra hay personas menos afortunadas que nosotros. Estos niños salvajes no conocen la cultura ni la empatía, no se identifican como personas. Son individuos reales con
hábitos extraños. Lo que nosotros podemos hacer es darnos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias porque, en primer lugar, estos niños existen gracias a nuestra sociedad.

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